¡QUIERO SEGUIRTE SEÑOR!
No siempre eres tú mi tesoro, Señor. No siempre te tengo en
el centro de mi vida. Sin embargo, quiero luchar para optar cada vez más
por ti. Quiero descubrirte y tenerte como el único y más preciado tesoro
de mi vida.
¡QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR!
No siempre eres tú mi Señor. Las riquezas, el tener, el
consumo... me atraen demasiado y me acostumbran a lo cómodo, lo fácil. Sé que
seguirte exige sacrificio, que dejarme llevar por esos señores, me alejará
irremediablemente de ti. Quiero ser libre y tenerte como mi único Señor.
¡QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR!
Las preocupaciones de la vida diaria me quitan mucho tiempo
para dedicarme a ti. Prefiero los estudios, el trabajo, los momentos de
diversión, de descanso... Los prefiero, a estar un rato contigo. Pero he
descubierto que mi única preocupación debes ser tú.
¡QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR!
Cuántas veces se me va la lengua, Señor. Cuántas veces critico
y destruyo a las personas con el veneno de mis juicios. Quiero dejar la crítica
y la condenación. Quiero salvar a las personas, quiero luchar por ellas, quiero
amar en vez de condenar.
¡QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR!
Quiero seguirte por el camino que me pidas. Si deseas que
forme una familia cristiana, la formaré; si me pides que me consagre
para seguirte más fielmente desde la vida religiosa, lo haré.
¡QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR!
Quiero amar, Señor. Quiero pensar en los demás. Quiero que
los que me rodean se sientan queridos por mí y felices por lo que hago. Quiero
sembrar felicidad por donde vaya.
¡QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR!
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