"Te
seguiré vayas donde vayas" (Lc 9, 57).
Una
vez que vayas descubriendo qué es lo que
Dios quiere de ti, no te queda sino
dar el
paso, decir "sí", decidirte a seguir a Jesús.
Tomar
tal decisión es difícil. Ante la opción sentirás todos tus
miedos,
incertidumbres y limitaciones: "¡Ay, Señor mío!
Mira que no sé hablar, que
soy un muchacho" (Jr 1,7). Y sin
embargo, a pesar de todas tus
limitaciones, o mejor, con
todas ellas, has de responder al Señor, como Isaías:
"Aquí
estoy, envíame" (Is 6,8); debes decidirte como María:
"Aquí
está la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho"
(Lc
1,38).
Llegar
a tomar una decisión con la cual
comprometerás toda tu vida, no sólo es
difícil;
es una gracia. Debes pedirle al Espíritu
Santo esa capacidad de
respuesta.
No
afrontar la decisión equivale a dejar correr tu vida, desperdiciarla. Para iniciar el camino de la vocación, no esperes tener la evidencia de que Dios te
llama; te debe bastar tener la certeza moral en su llamado.
Es
necesario querer seguir radicalmente a
Jesucristo: "Sí, quiero seguirte
". Tal vez
tengas dudas si llegaras al final, sí podrás con
las
exigencias, etc; pero de lo que no puedes
dudar es de tu decisión; debes estar
seguro de
lo que tú quieres.
"Quiero
consagrar mi vida a Dios en el
servicio de mis hermanos".
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