Vivir el espíritu de familia es vivir el espíritu de caridad La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios.
En esta virtud se encuentran la esencia y el núcleo del cristianismo, es el centro de la predicación de Cristo y es el mandato más importante. Jn 15, 12; 15,17; Jn 13,34, “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros”, por lo tanto, es la base de toda espiritualidad cristiana.
El amor hacia a Dios y hacia el prójimo aparecieron constantemente en la vida del Hno. Gabriel, en la cumbre de su experiencia religiosa escribe a los Hermanos: “El espíritu de cuerpo y familia, contribuye en gran manera queridos hermanos a la prosperidad y a la fuerza de una Congregación religiosa. Nace de la caridad, y en consecuencia, de Dios que es la caridad misma. Todos los miembros que componen una comunidad en la que de verdad existe este espíritu, tienen un solo corazón y un alma sola; se aman y se ayudan mutuamente, comparten las alegrías, las penas, los éxitos y los fracasos de todos; las atenciones recíprocas y una entrañable fraternidad unifican los espíritus y caracteres más diversos…y Dios reina sobre todos....en una comunidad así se encuentran la paz, la satisfacción y todas la virtudes” (C 21, Hno. Gabriel)
El espíritu de caridad, en la forma de “espíritu de familia” es el núcleo vital de la espiritualidad de nuestra Familia Safa, nace del amor a Dios y se corona con un amor profundamente abnegado y fraterno por los demás.
Teniendo como referencia los lazos vitales que unían a la Sagrada Familia de Nazaret; en donde las relaciones de maternidad, de paternidad, de filiación y de familiaridad fueron vividas desde esa armonía profunda del amor a Dios y el amor a los demás. Al igual que Jesús, María y José nosotros nos sentimos llamados a vivir en esa armonía. Vivir este espíritu de Familia es vivir entregados al bien común, pendientes los unos de los otros, dispuestos a ayudar y servir a Dios y a los demás con una atención especial hacia los más pequeños y necesitados, a quienes se encuentren en alguna dificultad.
Qué cada uno de vosotros haga todos los esfuerzos para que este espíritu se introduzca cada vez más en nuestra congregación y así gocemos por anticipado de la felicidad del paraíso” (H Gabriel)
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