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Virtud Nazarena: Mortificación

La mortificación, hoy.

Se trata de una virtud que hoy está “fuera de moda, que fastidia, incomoda. Es difícil hablar de ella. No se la entiende, ni se la acepta. Se rechaza la realidad de la muerte y todo tipo de ascesis, las autolimitaciones, el autocontrol. Hoy se cree que hay que dar libre curso a la satisfacción de los deseos y las necesidades humanas.

La realización humana y de la vida espiritual tienen dimensiones positivas, pero la naturaleza humana no es perfecta y siempre tiene necesidad de ser objeto de atención y de purificación, para recuperar toda su belleza y su dignidad.

Hoy:

- Se acepta la mortificación en vista de un bien mayor; se renuncia a una cosa buena para el logro de valores más grandes, para la realización de un “propio yo más auténtico”.

- Solo si se tienen en cuenta los objetivos que se buscan se acepta la mortificación. Solo teniendo a Cristo como objetivo esencial, se acepta renunciar a todo lo demás.

- Mortificarse es aprender a morir, es aceptar la lucha de cada día en razón de la realización de la propia vocación y la propia misión.

¿Cómo podemos practicar la mortificación?

- Estando disponibles para responder a las necesidades de los demás: poniendo a los otros en el primer lugar, antes que a nosotros mismos.

- Siendo fieles a los propios deberes, especialmente cuando son más difíciles.

- Trabajando con dedicación.

- Siendo fieles a los momentos de oración y de vida comunitaria.

- Siendo moderados en la posesión y el uso de los bienes materiales.

- Siendo disciplinados en el comer y en el beber, y evitando todo exceso de búsqueda y de satisfacción de las necesidades personales.

- Siendo moderados en los usos de los medios de comunicación.

- Evitando los privilegios y escapar de las exigencias vitales.

- Siendo moderados en el uso de la palabra, evitando la aspereza, aceptando la compañía de quien no nos sea simpático y no esté de acuerdo con nuestros puntos de vista.

- Gastando el tiempo propio en los momentos compartidos.

- Viviendo con generosidad los servicios de apostolado y de servicio, incluyendo el cansancio, las dificultades, las incomprensiones, aún más, la necesidad de trabajar juntos.


Adaptación del texto de Mario di Carlo, CM

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