CAMINANDO CON JESÚS: DEJAOS RECONCILIAR CON DIOS
Con Cristo todo ha cambiado: ha sido enderezado y corregido el curso de la historia de la humanidad, se ha iniciado un final gozoso y se ha operado para este mundo su conversión.
Jesús llama a la conversión.
Todo hombre/mujer puede recibir el don de la conversión como gracia y misericordia; pero a la vez cada uno debe conquistarlo con esfuerzo y lucha personal y, ante todo, mediante un total cambio interior, una conversión radical de toda la persona, una transformación profunda de la mente y el corazón. Esta conversión, decisión y respuesta libre a la iniciativa gratuita de Dios que llama personalmente, llega a ese fondo en el que se juega el sentido y el sin sentido de la vida, la orientación última del humano vivir.
El hombre que se convierte abandona cuanto le tenía alejado de Dios, rompe con su autosuficiencia -sus idolatrías y pecados- renuncia a su actitud fundamental enfocada a la auto seguridad para dejarle todo el espacio de Dios en su vida como la realidad verdaderamente amable y valiosa, el único apoyo fiel y seguro, el criterio último y definitivo de nuestro obrar y el juicio inapelable de nuestras vidas.
La conversión personal tiene una dimensión
comunitaria y estructural.
Está
reclamando e implicando una conversión y renovación de la humanidad, del mundo
y de la Iglesia. Quienes se convierten personalmente a Dios, movidos por la
caridad fraterna, han de contribuir a la transformación de las
"estructuras de pecado" y a la construcción de una nueva sociedad más
justa y más humana según el designio de Dios.
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