Para poder pronunciar la palabra “ayúdame” hace falta
tener mucha humildad
y sensibilidad
hacia el otro.
Cuando el ingrediente de la gratitud
entra en la dinámica de la colaboración, de la ayuda mutua, hay buena sintonía
y relación. Nos toca actuar de forma gratuita, con todos. Sin fijarnos en las
debilidades, ni los defectos. Sino valorando lo poco o mucho que tienen,
aquellos que Dios ha puesto a nuestro lado.
No tenemos que
aplazar el hacer el bien. Nos toca aquí y ahora. Es el tiempo. Es nuestro
tiempo. Son muchos los que nos necesitan. Son muchos los que nos esperan. Son
muchas manos a las que debemos acoger. Son muchos que esperan nuestro abrazo
fraterno, nuestra acogida desinteresada.
Nos toca celebrar,
vivir y alegrarnos, porque la fiesta no ha terminado, es más no debe terminar.
Y, tú y yo estamos
llamados a llevar el agua que da vida a tantos niños y jóvenes con los que
compartimos vida. Así lo entendió el Hno. Gabriel. Y por eso nos organizó esta
gran fiesta. Un convite de hermanos dispuestos a derramar lo mejor que tenemos,
desinteresadamente.
¡Qué bien entendió
lo que significa ayudarse unos a otros! No podemos dejar de colaborar con quien
me toque. La diferencia nos hace crecer y se construye mejor.
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