Llamados a vivir en comunión.
Jesús, al inicio de su ministerio, elige a los doce para
vivir en comunión con Él (Mc 3, 14); pero, además, para vivir en comunión con
el Padre (1 Jn 1, 3) y con su Hijo muerto y resucitado, en la comunión con el
Espíritu Santo (2 Cor 13, 13). El misterio de la Trinidad es la fuente, el
modelo y la meta del misterio de la Iglesia (DA 155).
La
vida comunitaria y la actividad misionera, es fruto del encuentro con
Jesucristo. La pertenencia a una comunidad es constitutiva del discipulado
cristiano; no hay discipulado sin comunión. La vocación al discipulado
misionero es convocación a la comunión en su Iglesia; es en comunidad concreta,
donde podemos vivir una experiencia permanente de comunión y discipulado (DA
156).
La
Iglesia es comunión en el amor. Esta es su esencia y el signo por la cual está
llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la humanidad.
El nuevo mandamiento es lo que une a los discípulos entre sí, reconociéndose
como hermanos y hermanas, obedientes al mismo Maestro, miembros unidos a la
misma Cabeza y, por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros (1 Cor 13;
Col 3, 12-14) (DA 161).
Una dimensión constitutiva de la evangelización es la invitación a la participación de la comunión eclesial y trinitaria, pues la Iglesia crece no por proselitismo sino “por ‘atracción’ cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó (Rm 12, 4-13; Jn 13, 34) (DA 159).
En
el pueblo de Dios, “la comunión y la misión están profundamente unidas entre
sí… La comunión es misionera y la misión es para la comunión”. En las iglesias
particulares, todos los miembros del pueblo de Dios, según sus vocaciones
específicas, estamos convocados a la santidad en la comunión y la misión (DA
163).
La
diversidad de carismas, ministerios y servicios, abre el horizonte para el
ejercicio cotidiano de la comunión, a través de la cual los dones del Espíritu
son puestos a disposición de los demás (1 Cor 12, 4-12). Cada bautizado es
portador de dones que debe desarrollar en unidad y complementariedad con los de
los otros, a fin de formar el único Cuerpo de Cristo, entregado para la vida
del mundo. El reconocimiento práctico de la unidad orgánica y la diversidad de
funciones asegurará mayor vitalidad misionera y será signo e instrumento de
reconciliación y paz para nuestros pueblos. Cada comunidad está llamada a
descubrir e integrar los talentos escondidos y silenciosos que el Espíritu regala
a los fieles (DA 162).
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